El Sena, París

Parra, Ginés
Zurgena, Almería, 1896 - París, 1960
El Sena , París, S/f
Firmado en el ángulo inferior derecho: "G. Parra"
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza
Óleo sobre lienzo
60 x 70 cm
CTB.1995.179
Historia de la obra
-
Durán. Subastas de Arte, lote 63, Madrid, 24 de noviembre de 1995.
-
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
-
-Pintura Andaluza en la Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. García Felguera, María de los Santos; Muñoz, Valme y Díez, José Luis. [Cat. exp. Museo Thyssen-Bornemisza]. Madrid, Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, 2004, n. 105, p. 270. [Ficha de Fernando Martín Martín].
Informe del experto
El artista almeriense Ginés Parra pertenece a la segunda generación de artistas españoles de la denominada Escuela de París; es decir, forma parte de aquellos que llegaron a la «ciudad de la luz» tras finalizar la Primera Guerra Mundial, durante los años de 1918 a 1939, en su caso en 1919. La vida de Ginés Parra no fue fácil, antes al contrario, tuvo que vencer muchas dificultades para dedicarse de lleno a lo que verdaderamente amaba, una vocación que como a otros artistas, le costó esfuerzos y privaciones. Aún hoy y a pesar de que su nombre figura con justicia dentro de los manuales de la pintura moderna, su conocimiento no está homologado con el de otros compatriotas suyos, existiendo todavía una escasa representación de su obra en nuestros museos. Parra, como todo verdadero autor, posee un estilo personal logrado después de haber pasado por una primera etapa en la que el cubismo constituyó su referente, y cuya lección perdurará en esa geometrización y rigor formal tan característico de su lenguaje. Pasado este período, será el fauvismo y su expresión arbitraria del color, el que de un modo más determinante conforme su inconfundible estilo, basado en una pintura esencial, libre de anécdota, de fuerte y contundente grafismo, lo que le otorga cierto carácter expresionista. Parra tuvo en los géneros del bodegón, el desnudo y el paisaje, sus asuntos preferentes, poseyendo todos el denominador común de una pincelada fuerte, densa y áspera, que junto con sus contornos de trazo negro y grueso, dotan a sus composiciones de un esquema de belleza y monumentalidad singulares.
El Sena, París es un paisaje urbano muy representativo del estilo que acabamos de señalar, que corresponde a su producción de paisajes parisinos en los que calles, casas y el río, sirven de pretexto para interpretar parcialmente y de manera subjetiva un rincón de París. El Sena, París es una composición horizontal que se ajusta bien a la visión panorámica del río, subrayada por la diagonal del puente; una iconografía y punto de vista recurrente en un gran número de artistas, existiendo por tanto numerosos ejemplos de este agradecido paisaje. De ahí que lo auténticamente de interés en esta obra, no radique tanto en el «qué» como en el «cómo». Esto es, el modo en que es captada e interpretada la vista urbana que tiene como principal protagonismo un río y una arquitectura, donde las formas verticales de los árboles y edificios dialogan con la horizontalidad del puente otorgándole profundidad; imagen urbana sin presencia humana alguna, silenciosa, en una calma que evoca el quehacer de los solitarios y melancólicos paisajes de Chirico. La rigidez y la forma de los trazos negros con los que gusta delimitar la figuración o campos de color, poseen connotaciones de Rouault, y el modo sintético e impersonal en la concepción de las arquitecturas, como meras escenografías de fondos, remiten a Daumier. No obstante esta esquemática geometría y vigorosa delineación de los contornos, hay que verla también desde su práctica de la escultura de talla directa (no se olvide al respecto, su profesión de minero durante sus años de adolescencia y juventud tanto en Argelia como en Arizona). Hay en este paisaje del Sena, además de un expresivo grafismo y un carácter volumétrico pleno, una densidad cromática de gran expresividad y fuerza: colores intensos, casi fosforescentes en los verdes luminosos de las hojas de los árboles que abren y fijan el paisaje, o la gama ele este río plano, liso, compuesto de malvas, que parecen completar un celaje de estridentes y violentos tonos rojos y azules en la mejor dicción expresionista, lo cual enfatiza ese aire dramático y casi misterioso que hay en este paisaje. Todo con la severa y perfecta geometrización que es propia de este autor, para el que la obra de arte por encima de todo es esencia, conciencia de sí misma, «pintura».
Fernando Martín Martín