Niño en un jardín con gato y pájaro

Foujita, Léonard Tsuguharu
Edogawa (Tokio), 1886 - Zúrich, 1968
Niño en un jardín con gato y pájaro, 1918
Firmado y fechado en el ángulo inferior derecho: "Foujita 1918"
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
Acuarela y tinta sobre papel
42 x 52 cm
CTB.1999.157
Historia de la obra
-
Duque de Las Torres
-
D. Alfonso Rafael Figueroa, Duque de Tovar
-
Colección particular, Madrid
-
Castellana Subastas, Madrid, Lote 192, noviembre 1999.
-
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza.
-
– Made in Paris: La generación de Matisse, Lagar y Foujita. Museu Carmen Thyssen Andorra. [Cat. Exp.], Ed. Fundació Museu Andorra (Museand), Principado de Andorra, 2022, p. 32-33, 100, 154-155 [Ficha de Guillermo Cervera]
Informe del experto
Comentario de la obra:
La pintura japonesa llegó a Europa a principios del s. XIX con estampas como las representaciones del monte Fuji del nipón Hokusai que fueron un referente para los impresionistas, postimpresionistas, modernistas y cubistas. Artistas como Manet, Courbet, Degas, o Monet fueron admiradores del arte japonés y se dejaron influir por su técnica y estética en lo que conoceríamos como orientalismo. No es de extrañar entonces que las pinturas de Foujita, llegado a París en 1913, tuvieran tanto éxito en la capital francesa. Foujita, también inspirado por la obra de Hokusai, fue el artista japonés más importante que trabajó en occidente en el siglo xx, llegando a engendrar un estilo propio que mezclaba las tendencias de oriente con las de occidente.
Con la misma meticulosidad que pinta, Foujita describe el asunto de su acuarela en el título que le confiere: niño-jardín-gato-pájaro. Estos elementos, con un simbolismo inherente, adquieren con delicadeza su propio espacio y protagonismo en la composición, en un conjunto donde reina una atmósfera mística a base de pinceladas ligeras de sepia i finas líneas negras.
En el centro de la composición reposa sentado, con las piernas cruzadas, un niño desnudo de piel nacarada con expresión contemplativa. El artista nipón (más tarde nacionalizado francés) solía retratar cuerpos de mujeres, a veces imitando a sus coetáneos de París. No obstante, el sello oriental de Foujita en los cuerpos desnudos no pasa desapercibido: se trata de lo que el pintor llamaba blanco leche. En la cultura japonesa, la piel blanca residió en el ideal de belleza desde el año 710 como concepto de belleza y nobleza: una piel clara reflejaba perfección. Las mujeres usaban cosméticos a base de salvado de arroz y polvo de perla molida. Algo parecido a la fórmula secreta de Foujita para conseguir el blanco nacarado que obtenía a partir de polvo de conchas de nácar mezclado con otros ingredientes.
En Niño en un jardín con gato y pájaro, la palidez de la piel del niño simboliza la pureza y la juventud. La manzana, interpretada de forma independiente, se podría asociar a la inocencia de la niñez como símbolo de la vida. El gato, un animal muy querido por Foujita y casi siempre presente en sus obras, fue también único protagonista en numerosas creaciones de este excéntrico pintor. El gato de esta obra, aunque acostado frente al niño, parece cobrar vida con la expresión que el pintor atribuye a sus ojos. Foujita, consciente o inconscientemente, incluso lo humaniza al otorgarle la tonalidad blanquecina del cuerpo humano, un matiz muy cercano a la piel del niño. El “jardín” consta de cuatro plantas grandes, contrastando con un terreno aparentemente árido, que funcionan como recurso para enmarcar al niño. Frente a la mayor de las plantas, sobre la parte inferior derecha, yace un pájaro de espaldas a la composición.
Foujita, de apariencia extravagante, fue un artista paradigmático que realizó más de 6.000 dibujos de desnudos mezclando motivos occidentales con las técnicas orientales. Con su talento innato en la aplicación de la tinta china con los pinceles japoneses y las capas ligeras de acuarela, desarrolló composiciones sublimes como esta de la Colección Carmen Thyssen.
Guillermo Cervera