Tarde de otoño

Le Sidaner, Henri
Port-Louis, 1862 - Versalles, 1939
Soir d´automne
Firmado en el ángulo inferior izquierdo: ''Le Sidaner''.
Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo en el Museo Thyssen-Bornemisza.
Óleo sobre lienzo
50,2 x 61,9 cm
CTB.2000.5
Historia de la obra
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M. Vizzavona
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Hôtel Drouot, París, 12 de mayo de 1911, lote 46
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F. Paulhan
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Hôtel Drouot, París, 26 de febrero de 1934, lote 146.
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Christie’s, Nueva York, 9 de mayo de 2000, lote 134
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Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en préstamo en el Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid
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Paulhan, F.: L’Esthétique du paysage. París, 1913, pp. 139-141, lám.
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Farinaux-Le Sidaner, Y.: Le Sidaner, L’oeuvre peint et gravé. París, 1989, n. 43, p. 60, lám.
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Colección Carmen Thyssen-Bornemisza. Arnaldo, Javier (ed.). 2 vols. Madrid, Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, 2004, vol. 2, p. 148, lám. p. 149 [Ficha de Guillermo Solana]
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Willsdon, Clare A. P.: Impressionist Gardens [Cat. exp]. Edimburgo, National Galleries of Scotland, 2010 , n. 70, pp. 112, 164, lám. p. 113
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Barcelona, París, New York. D´Urgell a O´Keeffe. Col.lecció Carmen Thyssen. Espai Carmen Thyssen, Sant Feliu de Guixols, 2015. PP. 30.
Informe del experto
En la primera etapa de su carrera, entre 1880 y 1893, Le Sidaner cultivó un realismo sentimental, influido sobre todo por Bastien-Lepage, con escenas marcadas por la presencia de la muerte y el misticismo religioso: los niños en el cementerio, la comunión in extremis, el paseo de las huérfanas… En 1894, tras haber pasado una década retirado en el norte, con largas estancias en el pequeño puerto de Étaples, el pintor regresó a París y renovó sus relaciones con el medio artístico de la capital. Era el momento del apogeo del movimiento simbolista, con su hostilidad a la mera descripción material y su exaltación de todo lo que fuera sugerencia, ensoñación, misterio. Le Sidaner se sumió en ese ambiente, acercándose a Lévy-Dhurmer, Aman Jean, Henri Martin y otros «pintores del alma». Este período culminaría en 1898, con su descubrimiento de la ciudad de Brujas, celebrada como «ciudad muerta» en la famosa novela de Georges Rodenbach.
A esa etapa simbolista pertenece esta composición, que puede compararse, en su motivo y su factura, con ciertas pinturas del español Darío de Regoyos. El pintor acude a un recurso teatral frecuente en su obra: el primer término vacío, más acá del cercado, contrasta con el denso espacio del jardín, donde las casas asoman apenas, semiocultas entre los árboles. Le Sidaner sintió una constante atracción por los jardines crepusculares, envueltos en esa luz incierta que el escritor simbolista Camille Mauclair elogiaba como uno de los rasgos más sugerentes de su pintura. El sol otoñal que declina acaricia las copas de los árboles y les arranca un leve y pálido centelleo. El punteado claro en la valla de piedra y en la vegetación atestigua la influencia de Seurat, aunque Le Sidaner nunca compartió la búsqueda neoimpresionista del pleno sol a través del contraste de colores puros; él prefería las gamas atenuadas, las armonías más suaves y matizadas. Todo el silencio y la soledad, el recogimiento y la intimidad de la hora se encarnan en la figura de esa dama que pasea por el proscenio, absorta en la lectura.
Guillermo Solana